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El científico Mario Benedetti destacó su formación en la educación pública

Luego de su paso por la ciudad, el reconocido investigador dialogó sobre su experiencia de ser parte de la Máquina de Dios, y cómo llegó hasta ese lugar.

El científico Mario Benedetti destacó su formación en la educación pública
miércoles 08 de junio de 2016

Luego de su paso por la ciudad, el reconocido investigador dialogó sobre su experiencia de ser parte de la Máquina de Dios, y cómo llegó hasta ese lugar. Repasó sus años en la Universidad Pública de La Plata, y valoró la diversidad en la conformación de los equipos. “En las diferencias surgen las ideas”, subrayó.

Mario Benedetti es un reconocido investigador científico a nivel mundial, y el primer argentino que ingresó al CERN (Centro Europeo de Energía Nuclear), donde se desarrolló la conocida “Máquina de Dios”. El jueves 2 de junio pasado brindó una charla invitado por el FAB LAB, área dependiente de la Subsecretaría de Empleo y Pymes, y estuvo disertando en algunas escuelas de la ciudad.

“Es una máquina de ciencia ficción. Es la más grande que el hombre ha construído, con la más alta tecnología. Cuenta con 27 kilómetros de circunferencia, y está enterrada a 100 metros bajo tierra. Se ubica en la frontera Franco-Suiza, pegado a la ciudad de Ginebra”, aseveró quien forma parte de los 10 mil investigadores del mundo entero que trabajan en ella.

El proyecto está solventado por 20 países europeos y es calificado como un instrumento que sirve para reproducir los rayos cósmicos en un laboratorio. “Lo que hace es acelerar partículas subatómicas -en este caso son protones- y los lleva casi a la velocidad de la luz, casi 300 mil km/s y los hace chocar de frente, para reproducir en forma infinitecimal las condiciones que había en las poquísimas micronésimas de segundo después del Big Bang”, recordó el especialista.

Benedetti nació en Italia. A los dos años su familia decidió venir a la Argentina para encontrar un mejor futuro, luego de la devastadora II Guerra. Se radicaron en Mar del Plata, donde las condiciones no fueron las mejores, pero eso no impidió que su ansiedad por entender las cosas lo llevaran, primero a cursar su primaria y secundaria en la escuela pública, y años más tarde a La Plata para estudiar en la Universidad Nacional la carrera de Ingeniero Electrónico.

La pregunta natural surgida en el encuentro fue cómo hizo para llegar a ser parte de la “Máquina de Dios”. Con total humildad reconoció no tener condiciones extraordinarias, sino que “yo hice un camino que resolvió una necesidad que ellos tenían. Algo que era imposible yo logré hacerlo”, recordó.

La historia comenzó mientras estudiaba en la Universidad en el año '74; a la vez contaba con una familia y trabajaba. En una clase que le interesaba mucho, y por ello se había sentado en la primera fila, no pudo vencer al cansancio, “ronqué, el profesor paró la clase y yo me desperté con mi propio ronquido”, recordó quien luego de ese evento fue a disculparse con el docente y estableció una relación que lo llevó a convertirse en su discípulo en el laboratorio de electrónica del departamento de Física.

“En ese momento, recién empezaba y no había mucho, así que hubo que armar todo, y lo primero que hice fue una fuente de alimentación variable para poder alimentar los equipos que iba a desarrollar. Me puse a investigar lo que había en ese momento y salió esta fuente que pre regulaba la tensión de entrada según la tensión de salida automáticamente”, rememoró Benedetti, quien su inquietud por seguir aprendiendo lo hacía estar atento a conseguir un cupo en algún lugar para seguir perfeccionándose.

Por cuestiones familiares viajó a Europa, y conoció a una persona que le habló del CERN (Centro Europeo de Energía Nuclear). Posteriormente visitó dicho lugar y quedó maravillado por lo que pasaba allí adentro. “Era otro pensamiento, un espíritu abierto, todo lo que se surgía de ahí se divulgaba. Uno podía entrar y nadie te paraba, ahora por cuestiones de seguridad y por los atentados no se puede”, aclaró.

Así fue el impulso que lo llevó a pedir licencia y probar ingresar (le habían hablado de alguna posibilidad) pero eso no se dio. No obstante, formó parte del desarrollo de una empresa de tecnología que trabajaba para el Centro. En una entrega de equipamiento, le presentaron a un científico francés que le pregunta sobre su especialidad; “solo atiné a decirle que era recién recibido, con una trayectoria como profesor y en el laboratorio, y que había construido una fuente pre regulada”.

Lo citaron para que contara más de su máquina de regulación de tensiones y ahí se enteró que tenían 500 fuentes que nos les funcionaba, “fui el primer argentino que ingresé al CERN, y adapté mi concepto a los requerimientos de la Máquina de Dios”.

Benedetti habló de “destino”, pero también de actitud, “yo conocía el tema, pero también hay que reconocer que el argentino está bien formado, porque tiene una característica que lo hace diferente y es que es un sobreviviente. A nosotros se nos cambian las cosas todos los días, siempre falta algo y hay que rebuscarse. Tenemos una visión mas global que especializada. Ellos tienen una visión más especializada, tienen todo más fácil, pero cuando se les rompe algo viene el especialista y dice lo que le parece para esa parte. Ahí aprendí algo importante: la diferencia. En un grupo de investigación es importante que exista la diferencia, las distintas idiosincrasias, la diferencia de vida, en esa diferencia está el hándicap de un equipo”, destacó el científico.

“Casi no existen los imposibles, el trabajo en equipo es fundamental para avanzar en la ciencia y en la vida”, remarcó, y agregó “yo vengo de la villa miseria, y no debo olvidarme nunca de eso, y he sido un afortunado de venir de allí, porque tengo una experiencia de vida riquísima, que hoy me permite entender un montón de cosas que de otra forma no las entendería. Y el que viene de otra formación, ve distinto con otras falencias y otras virtudes”, concluyó.

Benedetti formó parte de la “Máquina de Dios”, la cual fue diseñada hace 25 años y puesta en funcionamiento con resultados en el 2010. No obstante, todo ese tiempo no se quedó en Europa, donde le ofrecieron quedarse. En el año '75 decide volver a la Argentina, a Mar del Plata, y justifica eso diciendo que “no quise ser inmigrante de nuevo, y segundo porque todo lo que soy se lo debo a la Argentina. Soy argentino por propia decisión, no me pareció bien que habiéndome pagado todos los estudios la escuela pública yo fuera a dejar mis conocimientos afuera. Entonces, comencé a hacer algo insólito, empecé a traer problemas a la Argentina, y formar gente para resolverlos y mandarlos allá. Entonces empezamos a equipar laboratorios y a tener gente de altísimo nivel”.

Actualmente continúa incentivando constantemente este intercambio con el Laboratorio de Instrumentación y Control (LIC) en Mar del Plata. Becarios argentinos viajan a Ginebra, y existe un convenio marco de mutua colaboración entre los países. “Todo prototipo que se desarrolla allá en Ginebra se replica acá en la Argentina”, destacó el científico que comparte su experiencia a través de charlas abiertas en diversos lugares del país y del mundo donde es invitado. Además, en su honor una de las placas desarrollada por él, lleva el nombre de Argentina, y forma parte de la “Gran Máquina de Dios”.

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