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AMIA: La tristeza, la vergüenza

Ramón Chiocconi fue uno de los barilochenses que llegó a la AMIA pocos minutos después de la explosión.

AMIA: La tristeza, la vergüenza
jueves 18 de julio de 2019

Hace veintitres años me levanté temprano. No hacía frío. Me puse un jean, un sueter de rombos verdes y me senté en las escaleras de la facultad de medicina a leer "Sobre héroes y tumbas" mientras esperaba que mis compañeros salieran de un examen de microbiología. Siempre tengo un libro en la mano.

De pronto todo retumbó. No entendí. El mundo se congeló. Una columna de humo se elevó detrás de algunos edificios. Llegué al lugar corriendo. Nunca vi algo igual. Era un escenario de guerra, de una peli, no de una calle en Buenos Aires.

Levantamos los heridos y los cargamos improvisando camillas con carteles de los frentes de los negocios. Pasé toda la mañana intentando ayudar.

Más tarde, muchas veces debí enfrentar a padres que buscaban a sus hijos perdidos o accidentados en la montaña. Siempre hubo una respuesta, casi siempre una explicación.

En la AMIA también me pasó. Pero transcurrieron 23 años y no hay, aún, respuestas ni explicaciones para los familiares. Estoy lleno de dolor, estoy lleno de tristeza, estoy lleno de vergüenza.

Ramón Chiocconi
DNI 21.831.647

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