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Claudio Bertonatti: “Distanciarse de la naturaleza, te deshumaniza”

Bertonatti es un reconocido naturalista, museólogo y docente, integrante de la Fundación Azara, ex asesor de Parques Nacionales compartimos un interesante diálogo con el periodista Franco Spinetta.

Claudio Bertonatti: “Distanciarse de la naturaleza, te deshumaniza”
sábado 01 de junio de 2019

Dice Claudio Bertonatti que cada vez hay menos margen para seguir haciendo las cosas como hasta ahora. Que la tierra se está cansando un poco de nosotros, los humanos, que hemos olvidado una cuestión clave: necesitamos, sí o sí, de la naturaleza para vivir. Con cierta angustia, Bertonatti advierte que entre la casta dirigente, una tríada conformada por políticos-economistas-empresarios, no existe una real dimensión del acuciante problema ambiental que, sin más, podría llevarnos a un temprano colapso.

Compartimos esta entrevista realizada por Franco Spinetta publicada en www.almagrorevista.com.ar con fotografías de Daiana Valencia.

Reconocido naturalista, museólogo y docente, integrante de la Fundación Azara, ex asesor de Parques Nacionales -del que fue despedido en 2017 luego de que criticara la construcción de las represas en el río Santa Cruz-, Bertonatti hace una descripción precisa de la tensión entre “desarrollo económico” y sustentabilidad ambiental, de la locura desenfrenada de un capitalismo que hizo culto de un cortoplacismo acaudalado a través del extractivismo. En el camino, introduce conceptos como el síndrome de falta de naturaleza, la necesidad de balancear la vida entre la tecnología y la contemplación de la biodiversidad que nos rodea, y revela la urgencia de adoptar el camino de la contracultura: abrirle las puertas de par en par a la agroecología y al consumo responsable.

“No conozco otro camino. Y es lento, porque juntar una masa crítica no es fácil, pero en esa dirección van distintos grupos humanos, que por ahí no tienen los mismos pensamientos, pero sí un destino convergente que nos acerca. Ahí están las pocas luces de esperanza, el resto es todo oscuridad, el oscurantismo de la negación del conocimiento”, asegura.

-Empecemos con una pregunta fatalista: ¿estamos cerca del colapso en relación al equilibrio con el ambiente que habitamos?

-En términos evolutivos o pensando en la historia de la vida sobre la Tierra, puede ser muy cerca: si continúan las actuales tendencias es una cuestión de siglos. En términos cotidianos ese colapso no se dimensiona. La mayoría de las personas han neutralizado su capacidad de reflexión sobre estos asuntos trascendentales. Tal vez como un mecanismo inconsciente de evasión ante lo temible. Lógicamente esto nos aleja de la búsqueda de soluciones y de asumir un compromiso con ellas. Parece que se espera una solución mágica o divina en la que yo, al menos, no creo.

 

-¿Cuándo se produjo ese quiebre? ¿Cuándo dejó de importarnos la consecuencia de nuestra «evolución»?

-La combinación del cortoplacismo con la miopía del individualismo es un combustible que aviva la destrucción de proyectos de causas comunes que nos trasciendan. Hay que asumir que en materia ambiental no se trata de una guerra que se gana o se pierde, sino de un proceso largo, con avances y retrocesos, pasos adelante y pasos atrás a ritmos y distancias dispares.

 

-¿En dónde ves más acentuada esa miopía?

-Claramente, en los gobernantes. Son cortoplacistas y miopes, dos atributos que deberían inhabilitar el ejercicio de la función pública. Además, suelen despreciar el conocimiento. Más cuando éste no les resulta funcional a sus intereses o proyectos políticos. Eso explica también por qué se eligen personas sin experiencia o conocimientos ambientales al frente de las máximas instituciones públicas sobre esta materia. Con el agravante que lo hacen sin pudor ni culpa. Porque, en definitiva, no buscan personas capaces y honestas que los ayuden a tomar las mejores decisiones en función del bien común. Como si asumieran que eso es incompatible con objetivos que sean redituables políticamente.

 

-¿Es esa lógica la que lleva al secretario de Ambiente, Sergio Bergman, a visitar los mosquitos fumigadores de Expoagro?

-El actual secretario deja un mensaje claro: no pudo o supo gestionar. No quiso escuchar a los técnicos de su entonces ministerio y priorizó acompañar las decisiones de sus pares de agroindustria, pesca, energía y minería. En casi todos los casos, cuando esas decisiones tuvieron un fuerte cuestionamiento ambiental por parte de instituciones y especialistas no sólo evitó cuestionarlas sino que salió a respaldarlas.

 

-¿A vos te han convocado para formar parte del gobierno?

-Cada vez que asume un ministro o secretario de ambiente, yo les mando un correo para decirles que estoy a disposición, sin compromiso. Cuando asumió Bergman, lo hice y mi experiencia fue terrible. Me pidió una reunión. No lo conocía, pero inmediatamente desplegó un organigrama y me preguntó qué puesto quería ocupar. No entendió nada: yo no necesitaba trabajo, simplemente quería ayudar. Al asumir, Bergman había confesado que de ambiente no sabía nada. Cuando él me ofreció eso, me sentí un boludo. Le dije: “Si vos no sabés, rodeate de los que saben”. Le armé una lista de 15 o 20 personas, que terminó siendo un consejo honorario. Fui a un par de reuniones, pero después no fui más. Cuando le marcábamos la contradicción de algunas decisiones, no nos daban bola. Lo que él quería, era la foto de las reuniones. Vos fijate que la Evaluación Global de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), dirigido por una científica argentina, Sandra Myrna Díaz, además de su versión regional, también encabezado por otra científica argentina, Maria Elena Zaccagnini, fue enviado con anterioridad a las autoridades, que no emitieron ni una sola opinión. En el mundo hay un millón de especies en riesgo de extinción y Argentina es uno de los países más complicados. No dijeron una palabra. Vos podés gestionar mal, pero no saber. Pero acá se gestiona mal para no ponerle palos en la rueda a los que destruyen el ambiente.

 

-Es decir, ¿el discurso está puesto en función de encubrir la inacción?

-Yo soy agnóstico, pero San Agustín decía que el amor y la fe, en las obras se ven. Si yo me remito a las obras, se ganaron el infierno. Los anuncios de “extinción cero”… si vos me decís que se abrió un frente para evitar la extinción de 100 especies amenazadas, que tenemos muchas más, bueno, sería una jugada fuerte. No, abrió un frente sobre una decena de especies, y no movió la aguja para nada. A “extinción cero” le fue como “pobreza cero”, un anuncio mediático, marketinero, acompañado de cuantiosas pautas para los medios, y después apuestan a la amnesia. Y la verdad, los argentinos tenemos mucha amnesia, y cuando no la tenemos, perdonamos lo imperdonable. Mi triste conclusión, es que nos va coherentemente con esa actitud.

-En las ciudades se vive sin conexión con los ritmos de la naturaleza, como si todo a lo que se accede apareciera por arte de magia.

-Está pasando algo muy interesante. Desde otras disciplinas, como la medicina, la psicología y la sociología, desde hace cinco años, hay un grupo de gente e instituciones que están trabajando sobre un nuevo concepto: el síndrome de falta de naturaleza. No es una patología en sí misma, sino un cuadro que desencadena patologías. Tiene que ver con la dependencia tecnológica, y el foco de estudio son los niños y adolescentes porque se percibe que invierten muchísimo tiempo conectados con un mundo virtual, que a su vez tiene cosas muy buenas. Por ejemplo, los jueguitos te activan una parte del cerebro que tiene que ver con la toma de decisiones rápidas. Pero, ¿qué pasa? No se balancea con otras cosas desde lo racional y emocional, algo que difícilmente te lo de la tecnología y que abundan en la naturaleza: la capacidad de observación, de asombro, de reflexión. Es como cuando uno se para frente al mar y se lo queda mirando, como si no hubiera más nada. Eso no te lo puede dar un soporte tecnológico. Descubrir un nido o ver hacia dónde van las hormigas, la aparición fugaz de un mamífero, eso que a uno lo sorprende o paraliza. No hay niño que no se interese por la naturaleza.

 

-¿Dónde se produce la ruptura entonces?

-Los padres se gestan en un ambiente netamente urbano y entonces ven de la naturaleza solamente los peligros, más que las bondades. Siempre la palabra es: ¡cuidado!. En lugar del “vamos a ver” y acompañar, investigar qué cosas son peligrosas y cuáles no. Yo tuve la suerte de haber vivido a pleno estos dos universos. Crecí sin computadora, sin celular: mi universo eran los libros y la naturaleza. La adrenalina que yo tenía al subirme a un árbol y ver las cosas desde arriba, o al descubrir un nido o simplemente quedarme sentado a observar… eso era maravilloso. Yo siempre le digo a la gente de Parques Nacionales que tienen que buscar troncos y árboles a los que los chicos se puedan subir, que no revista riesgos, porque ese tipo de experiencias para un niño que vive en la ciudad es como descubrir Jurassic Park.

 

-Es una experiencia que, al menos por ese instante, les hace “olvidar” el celular.

-Son necesarias las dos cosas. Pedro Luis Barcia, un tipo de más 80 años con un bocho privilegiado, te dice que el celular es buenísimo pero que hay que balancearlo con lo otro porque si no, no sirve. Un país medianamente razonable, convocaría a este tipo de personas para decidir el rumbo a tomar.

-¿Cuáles son peligros más urgentes en términos de biodiversidad?

-El peligro más urgente es seguir como seguimos. No hay ninguna señal política que diga “vamos a quebrar con esta forma de encarar los problemas del país”. Nuestro país está gobernado por políticos, economistas y empresarios. El resto, acompaña o no, pero no forma parte de la mesa chica de las decisiones. Esa mesa chica tiene un problema, que no es propio de la argentina sino que es sistémico, y es que ven en la naturaleza solamente un medio para poder generar recursos económicos. Creen, en su analfabetismo ambiental, que podemos declarar la independencia de la naturaleza, que podemos vivir independientemente de lo que a ella le sucede. Yo creo que eso es lo más grave de todo: no entender que, como el hombre primitivo que salió caminando desde África, dependemos de la naturaleza para vivir. Esos políticos, empresarios y economistas, desde chiquitos, van al supermercado y compran el agua mineral… ¡y no tienen idea de dónde sale! Cuando piden una merluza a la romana, no se les ocurre pensar que ese pescado viene del mar argentino y que la papa es una planta autóctona del noroeste argentino, que tiene más de 200 variedades. Consumen sin preguntarse de dónde vienen los recursos y mucho menos si la forma en la que se están consumiendo se puede sostener a lo largo del tiempo. Justamente, para un economista, eso sería el abecé. Economía y ecología tienen la misma raíz etimológica, pero los economistas administran desconociendo que hay una capacidad de carga, de recuperación, que uno no puede sacar en forma despreocupada o a demanda de mercado. Es irracional.

 

-Además, hablamos de un mercado exacerbado, que quiere de todo, todo el tiempo y rápido.

-Un mercado que presume que no hay límites. Se desconoce que la tierra tiene límites, que hay una capacidad de carga humana limitada, que los recursos son limitados. Todos los informes nos dicen que los recursos disminuyen, mientras la población aumenta. No hace falta ser economista para darse cuenta de que no es viable. Pero hay algo mucho peor en el fondo: si cada vez hay más gente y menos recursos, ¿quiénes van a poder acceder a esos recursos escasos?

 

-Los más privilegiados.

-Por supuesto. No vengan con “pobreza cero” porque no están entendiendo el problema. En el cortoplacismo político, cuya mirada -como mucho- se extiende por cuatro años, en los que es imposible desplegar ningún proyecto, estamos en una encerrona. Eduardo Gudynas, un ecólogo uruguayo, hizo un interesante estudio sobre los extractivismos. Históricamente, desde el ambientalismo se asumía que el capitalismo, el neoliberalismo, eran los que patrocinaban la destrucción del mundo natural. Eso quedó para la historia. Hoy, gane quien gane, de derecha o izquierda, cae preso de los mercados internacionales. Gudynas analizó los últimos 15 años de Latinoamérica, en los que hubo gobiernos de distintos colores, pero la política frente a los extractivismos fue la misma: el avance de la megaminería, la expansión de la frontera agrícola, el subsidio a la industria más sucia, que es la de los hidrocarburos, que además tiene fecha de vencimiento, la pesca… El agravante es que es el único lugar del que los gobernantes pueden sacar guita rápido para mantenerse en el poder. Y las industrias que acompañan a esos extractivismos, se mueven muy hábilmente en varios frentes. Desde lo etimológico, hablan de industrias. La industria pesquera no fabrica peces, los extraen. No se fabrica el petróleo, lo sacan. Lo mismo con la minería. Sin embargo, tienen ese discurso que se ha instalado, que genera en el político una cosa atractiva: el fomento de la industria… Pero se están sentando con los extractores de recursos de la naturaleza. Se habla de industria maderera, cuando la mayoría son desmontes, una situación gravísima. Por otro lado, se mueven haciendo lobby para ablandar todas las normativas. Y ponen guita en las campañas electorales, comprando favores y condicionando las decisiones. Es decir, cuando los políticos llegan al poder, son como los reyes que no gobiernan, y donde los primeros ministros son los empresarios. No es un problema de derecha e izquierda, es mucho peor.

 

-Es como que se van blindando para protegerse de decisiones que pudieran perjudicarlos, ¿no hay forma de quebrar esa lógica?

-No lo sé. Este gobierno nos han enseñado que a veces es mejor ser temido que querido. Si querés colaborar, como parte de un gesto de buena voluntad, te usan para la foto. Pero cuando decís lo primero que ellos no quieren escuchar, te echan. En el 2014, la Fundación Pensar me llamó para elaborar un plan para Parques Nacionales. Aclaro que no soy del PRO, y a ellos les aclaré que ese plan iba a ser compartido con cualquiera de las otras fuerzas políticas que me lo pidieran. En ese momento, yo ya estaba trabajando en Parques Nacionales y les notifiqué que iba a colaborar con la Fundación Pensar. Por supuesto, no les cayó en gracia, me apartaron de un proyecto, pero me asignaron a otro. No pasó a mayores. Cuando ganó el PRO, me renovaron el contrato. En julio de 2017 hubo una audiencia pública en el Congreso sobre el caso de las represas sobre el río Santa Cruz. Después de dar mi opinión contra la construcción de esas represas no me renovaron mi contrato. Me pasaron factura, no porque yo sea imprescindible, esto no es por mí. Se sacaron de encima un conjunto de personas que sí pueden aportar. Yo tengo que opinar lo que considero que es cierto, aunque me perjudique, me formé en la educación pública y le debo a mi país unas cuantas cosas. Pero no se valora la franqueza, sino la obsecuencia. Este gobierno convocó a referentes de las ONG para la función pública. Yo asumía que a ellos los convocaban para tomar decisiones inteligentes, por su recorrido, pero lo que ha sucedido frente a varios hechos que los ha puesto a prueba, y en ese punto de inflexión, les muestran la puerta de salida.

-¿Cuáles son esos temas en los que se produce ese punto de inflexión entre la demanda de un mejoramiento de ambiente y el supuesto desarrollo económico?

-El tema de las represas del río Santa Cruz, es emblemático. Siempre tiene que ver con los extractivismos. Y otros casos son la expansión de la frontera agrícola, con todo lo que eso significa: la utilización de agroquímicos de manera no controlada, sin límite, la pesca y el petróleo, con Vaca Muerta. Cuando vos revisás esos casos, y te preguntás cuál debería ser el rol de un secretario de Ambiente, no es poner un freno a todo esto, sino plantear una gradualidad, que en la práctica no es tal. Lo único que cambia frente a los extractivismos son los discursos, mientras la depredación continúa. No aflojan, se siguen subsidiando esos sectores. Cuando se creó el ministerio de Ambiente, yo me puse contento porque se ponía en el mismo nivel a un funcionario con responsabilidad en el tema, que tenía que pulsear con otros ministerios. Fue una fantochada.

-No rompió la lógica. La pregunta, más de fondo, es cuál es el objetivo de expandir, por ejemplo, la frontera agrícola, avasallando comunidades, destruyendo ecosistemas, desmontando, provocando inundaciones…

-Pensalo a escala doméstica. Si vos tenés un jardín con césped, pero decidís taparlo con cemento, ¿qué pasa si llueve? ¡No hay mucha ciencia!

-El problema es que el mercado vende sus soluciones como respuestas racionales a problemas que ellos mismos inventaron: echar más químicos para desplazar malezas que se hicieron resistentes por el uso de los químicos que antes vendían las mismas empresas.

-Exacto. Miremos el caso de la pesca, que es paradigmático. La Argentina viene aplicando una política minera en relación a la pesca: saca y saca y saca. Se saca más de lo que el recurso es capaz de recuperar. Hicimos bolsa las merluzas, ahora estamos atacando a los langostinos. En el 2017, planteamos desde Parques Nacionales una red de protección bioceánica y marina. El criterio rector para elegir esas áreas lo aportó un foro de especialistas de conservación del recurso marino. Se seleccionaron ocho grandes áreas por criterio de cría y desove, para no ir a pegarle al recurso donde más le duele.

-Una cosa que va de mínima.

-A un estudiante de economía de primer año, esto le debería resultar una obviedad. ¿Qué pasó? Prima siempre la ambición desmedida: queremos pescar todo lo que haya hoy, y si mañana no hay, que se jodan los que vienen. Esa es la mirada. A tal punto que, cuando se planteó esto en Parques Nacionales, la secretaría de Pesca se empezó a movilizar con los empresarios del sector pesquero y se neutralizaron casi todas las áreas. Les pedimos que miraran a otros países, como Australia, que después de crear las áreas de protección, sigue pescando y con más producción que antes porque aseguraron el nido de la gallina de los huevos de oro. No estrangulan las gallinas. Acá boicotearon seis de las ocho áreas, y quedaron dos parques nacionales oceánicos, de lástima. Ni siquiera son empresarios de calidad los que tenemos. No sólo tenemos políticos mediocres, también empresarios que nos han llevado a la ruina.

-¿Tenemos algún chip de conservación? No me refiero a la clase dirigente, sino a nosotros como especie, de personas que empiezan a tomar conciencia, a mover cosas desde la agroecología, del consumo responsable.

-Hay una contracultura. Lo interesante, por ejemplo de la agroecología, es que plantea una producción responsable, con menores costos ambientales y mayor calidad. El problema es que se enfrentan al negocio, no abastecen a la cofradía empresarial. Toda sociedad tiene sus anticuerpos para defenderse, el tema es que este sistema despiadado abona el embrutecimiento de la gente. Muchas personas llevan vidas sin opciones. Favoloro decía que quienes accedemos a la educación, tenemos una obligación moral con la sociedad. A nivel país, los recursos valiosos no son convocados, y los que eventualmente llegan a lugares de decisión, no tienen recursos. Entonces, ¿cómo nos puede ir bien? Yo me siento muy orgulloso de que haya dos científicas argentinas, de las ciencias naturales, dirigiendo estudios del alcance global. Pero no puedo dejar de ver como patológico que esas personas no sean convocadas por los gobiernos. No es razonable si lo que querés es el bien del país. Ahora si querés enriquecerte, bueno…

 

-¿El camino está en esa contracultura que vuelve a respetar la naturaleza?

-No conozco otro camino. Es lento, porque juntar una masa crítica no es fácil, pero en esa dirección van distintos grupos humanos, que por ahí no tienen los mismos pensamientos, pero sí un destino convergente que nos acerca. Ahí están las pocas luces de esperanza, el resto es todo oscuridad, el oscurantismo de la negación del conocimiento. Lo veo todo los días y me entristece. Hay que aprovechar todo el conocimiento generado. La distancia impuesta por este modo de vida con la naturaleza no sólo es física y geográfica, sino emocional y espiritual.

-¿Qué es lo que genera esa distancia?

-Consecuencias para la salud. Se toman decisiones desconociendo el territorio. Distanciarse de la naturaleza, te deshumaniza.

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