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Opinión

Notas sobre el Cerro Catedral: ciudadanía, derechos y hedonismo

Nota de Opinión de Ignacio López Lemus.

jueves 11 de junio de 2020

Viene otra vez el invierno, y cada vez que sucede intentamos encontrar la forma de decirle a nuestro círculo íntimo que cuando se pide que abran los medios de elevación del Cerro Catedral "para trabajar o divertirnos", el deseo y la presión que ejercemos como sumatoria de individuos, en sociedad, va orientada a mantener el actual orden de las cosas, principalmente por todo lo que omite el enunciado. "Que abra" piden, y punto. No hay mención al concesionario (C.A.P.S.A.), ni demanda de mejora, ni reclamo condicionante, ni posicionamiento subjetivo más allá del deseo o de la necesidad inmediata a satisfacer y para algunos hasta a defender. Quiero divertirme, necesito aprovechar la temporada invernal para trabajar un poco más, ahorita que hay nieve. Es un movimiento compulsivo. Suena bien y parece justo pero de repente, si miramos con perspectiva de política pública o si nos reconocemos ciudadanos protagonistas, es peligroso. Sobre todo con el agravamiento que representa el actual escenario pandémico, pero no solo por ello.

Una nota del 9 de Junio del corriente en El Destape confirma lo que ya temíamos que sucedería: la estafa de los empresarios Sebastián Trappa y Nicolás Caputo junto a los deshonrosos custodios de lo público Alberto Weretilneck y Gustavo Gennuso es un hecho. Por algún dudoso motivo que no fue comunicado y aún desconocemos, Alejo Ramos Mejía y Edith Garro desistieron de la presentación legal que aún lo impedía. El cerro San Martín dejará de ser lo que era. Casi para la ironía lleva el nombre del libertador. El hermoso barrio de Villa Los Coihues será alterado irreversiblemente y el Arroyo Casa de Piedra y quienes dependen de la pureza de su agua también sufrirán las consecuencias. Habrá una transformación (otra) del territorio de Bariloche bajo el eufemismo de “desarrollo productivo e inmobiliario”, lo que propiciará una concentración grosera de ingresos en beneficio de los empresarios y su círculo íntimo y en detrimento de los trabajadores y emprendimientos actuales. Muchas de esas personas (u otras, les es indistinto qué cuerpos) serán absorbidas como empleadas de lo que la empresa anuncia seductora y maquilladamente como “master plan”, y luego por acción u omisión operarán besando el anillo corporativo. Igualito a los peones del manso inferior que vitorean a Lewis, distinguiéndolo como su mejor patrón y afianzando su propia condición de corderos atados. Recordemos que ese señor inglés, radicado ilegítimamente en la zona de exclusión fronteriza donde están las nacientes de cuencas hídricas, es dueño de Pampa Energía y vende a la Argentina aproximadamente el 50% de electricidad que consumimos, la cual proviene de los ríos de nuestros territorios. En definitiva, pagamos por nuestras propias riquezas. Luego ese dinero es fugado al exterior en dólares, cerrando el círculo de la violencia económica: inflación y empobrecimiento para todos. El saqueo extractivista neocolonial opera igual que la violencia patriarcal heteronormativa: la culpa siempre es de la víctima.

Las condiciones laborales de los trabajadores de hoy no mejorarán sino que al contrario serán más exclusivistas, como corresponde a los conocidos escenarios de "desarrollo" e "inversiones" privadas. Como siempre, al principio parecerá que todo es color de rosa durante el auge de las obras. Lo cierto, es que cuando baje la marea solo quedarán algunos pocos botes y muchos náufragos. El extractivismo, o la extracción de plusvalor a los bienes públicos, funcionó siempre igual. Demarcación y loteo de los bienes a saquear, apropiación de lo público con carácter legalista, posterior explotación de lucro privado bajo la retórica del beneficio comunitario. En definitiva, las consecuencia para la ciudadanía Argentina serán la privatización de otro cerro y un daño ecosistémico irreversible del territorio, lo cual nos prohibirá acceder allí para caminar, andar en bici o ir a escalar, ni qué hablar de las especies que disponían del mismo como hábitat y morirán o se verán forzadas a escapar. Así las cosas en el primer Parque Nacional Argentino y el tercero del mundo.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo suceden estos recurrentes movimientos políticos en donde la oligarquía se hace propietaria de los bienes comunes? Son todos iguales, repiten los indignados opinólogos hasta el cansancio. No sabemos si habla una mujer golpeada, un novio despechado, o un seguidor de la enorme Norma Plá en el 2001. Claramente no somos ni son todxs iguales. De hecho, es un enunciado que enloquece oírlo justamente porque es ése el dispositivo de la trampa: la ficción de la igualdad es en donde se montan los beneficios exclusivos de esos que se saben y gozan de ser bien distintos. La verdad es que “somos todos iguales pero algunos son más iguales que otros”, decía Orwell. Sucede que C.A.P.S.A. conoce y saca provecho de la estrategia de pinzas que le ofrece un escenario en donde el grueso de la población prioriza entre-tenerse o abordar urgencias en lugar de detenerse a observar u operar política y ciudadanamente sobre sus pares en general y sobre el cuadro situacional en particular. Y esos militantes de la normalidad, tanto los que sólo quieren divertirse como los que necesitan trabajar, en definitiva terminan siendo utilizados como sujetos funcionales a esconder la problemática en nombre de su "derecho" a realizar. Es claro que aquellas personas que dependen directa o indirectamente del funcionamiento del centro de ski invernal para subsistir están sometidas a la urgencia de sus circunstancias, y tienen poco margen de acción política posible. Pero la mayoría de personas que están relacionadas al cerro Catedral y reclaman su normal funcionamiento, no son de ésta condición y gozan del privilegio del ocio (y muchas veces de clase, propietaria o profesional). Sin embargo, en la mayoría de casos el interés que presentan sobre el tema es nulo.

Es sabido que el hedonismo es uno de los mandatos posmodernos más vigentes en la actualidad. La experiencia es el producto, dicen los consultores de varios rubros como el gastronómico, por ejemplo. Y vaya si es así! Pero a qué punto ha llegado esto de que cada uno es libre de hacer lo que le hace bien sin molestar al de al lado? Mirando detenida y racionalmente el escenario, las diferencias de ética política que podemos hallar en el cambio generacional entre los abuelos y jóvenes de la actualidad son tan groseras como la estafa que señalamos. Hace no tantos años había gente que entregaba su vida por una causa justa orientada a mejorar la condición de sus pares. Hoy sus descendientes inmolan su futuro, y el del porvenir, por una causa efímera orientada a satisfacer su compulsión inmediata. Sólo quieren ir a esquiar y disfrutar de la naturaleza, ¿quién puede tener algo en contra de gente que solo quiere experimentar placer? La autoproclamada inocencia y ajenidad son exasperantes.

Más allá de que la presunta legalidad del caso se presenta de la mano de una innegable carencia de legitimidad, es importante entender que estaríamos ante la génesis de una apropiación y transformación territorial que no es fruto de la voluntad de los ciudadanos de Bariloche, no es parte de un plan de desarrollo para alterar una de las economías más desiguales del país a partir del principal motor económico local, ni es fruto de una mesa de trabajo multisectorial que evidencie un ejercicio democrático real. No es nada que tenga que ver con mundos más bellos para las generaciones venideras o con futuros ideales. Es extractivismo en su estado puro. Es la apropiación privada y privatista del recurso estratégico de la localidad, es la expansión sobre territorios vírgenes, es un par de personas físicas que viven en otra ciudad, y a kilómetros de distancia justificando su insaciable afán de lucro y camuflándolo elegantemente por sus equipos de marketing como master plan, vagón colorido y rimbombante al que suben a quienes desesperan por trabajar para subsistir y sobre todo a todos aquellos que “sólo quieren divertirse”.

Lo que sucederá no nos beneficiará ni nos gustará. Mientras tanto, quienes aún puedan ir a esquiar a Catedral se seguirán divirtiendo aunque el servicio que hace años era vergonzoso siga siéndolo, porque así funciona el enceguecedor optimismo que antaño señalaba Voltaire. Y quienes trabajaban allí, si se someten silenciosamente al poder de su empleador, seguramente podrán seguir haciéndolo, como siempre.

No, no es hermosa esa normalidad.---
Ignacio López Lemus
DNI 29.150.149
[email protected]

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