2019-01-27

Avistaje de aves: Una caminata atenta por el bosque del Parque Municipal Llao Llao

Quiero compartir la experiencia que tuvimos esta mañana junto a Peter y Betsy, turistas Estadounidenses que visitan nuestra ciudad, aficionados a la Observación de Aves y Naturalistas apasionados, en nuestra caminata matutina de Avistaje de Aves en el Parque Municipal Llao Llao, al Oeste de la Ciudad de San Carlos de Bariloche, en el bosque húmedo.

Nos encontramos a las 9.00 hs en el ingreso al Sendero de Arrayanes para dar comienzo a una salida en busca de los ejemplares que allí se puedan encontrar, y por supuesto con la intención de obtener la mayor cantidad de hallazgos posible, como acostumbramos pedir al universo los Observadores de Aves.

A los pocos metros de haber iniciado el recorrido por el bosque, aparentemente se encontraba en silencio, a lo cual Peter llamó mi atención diciendo, Piki “is really quiet”, e hicimos una pausa en nuestro camino para escuchar que había detras de ese silencio.

 

Enseguida pudimos oír en lo alto de las copas el clásico chirrido que emiten los “Rayaditos” y el “Picaflor rubí”, seguido de un estruendoso “Cucurucú”... les digo en voz baja, ese es nuestro amigo del camino, se escucha siempre y no se deja ver fácil, pero no termine de decir la frase, que pasó corriendo frente a nosotros, de una lado al otro del sendero. Momento mágico y nuestro primer encuentro. Nos pudimos acercar y apreciar su forma, tamaño y colores, muy bien camuflado, el “Chucao” es, sin duda, un fiel compañero con su canto en estos bosques y la gratitud de dejarse ver fue inmensa.

Seguimos caminando en silencio y felices de haber tenido el primer hallazgo y algo rápido se mueve a nuestra izquierda, cerca del suelo, otro de los que no se deja ver mucho, el “Churrin” que andaba en pareja y pudimos ver a ambos escabullirse en los matorrales de “Caña Colihue”.

Cuanto más nos adentramos en el bosque, prestamos más atención y nuestros sentidos comenzaron a agudizarse, de pronto, descubrimos una bandada de “Rayaditos” a una altura visible, que con ayuda de binoculares pudimos disfrutar, distinguir y junto a las guías de campo, mostrar a nuestros pasajeros de qué ejemplar se trataba. Veníamos de suerte ya que la “Picolezna” se paró frente a nosotros y a pocos metros, para dejar ver su vientre blanco y trepar elegantemente por el tronco de un Coihue, mostrando sus perfiles y colores de un lado a otro.

Ya nos habíamos dado cuenta que no se trataba de una mañana silenciosa, sino que hasta que nos hacemos el oído a lo que estamos en busca de, lo vamos sintiendo y pudiendo escuchar.

Un escándalo en las copas de los árboles llamó nuestra atención, y al mirar, una pareja de Carancho Caracara se encontraba sobre una rama a 40 metros de altura y un tercero merodeaba el área. Supusimos que se trataba de alguna situación territorial, ya que siguió el ruido y comenzó una persecución por los aires divina, un show espectacular para nuestros sentidos. Siempre hay algún Chimango involucrado en estos escenarios, y en este caso no faltó la dicha, de ver al primo en acción.

“Huet Huet”.. “Huet”, escuchamos de pronto, y la hojarasca se movió a un lado.. si! otro momento genial, este individuo, el “Huet Huet”, tal como suena su canto es su nombre, es otro de los que suelen andar cerca del suelo y corretear sin dejarse ver tan fácil. Ha sido otro regalo de la naturaleza dejarse ver y su particular contorno de ojo blanco, confirmó el hallazgo. Entrabamos en ese momento al bosquecito de Arrayanes, un lugar mágico sin dudas que recorrimos a puro disfrute!

Asombrados ya de haber caminado hora y media y haber tenido tales encuentros, mientras lo comentamos en voz baja se escucha a un lado un silbido... “Fío Fïo”, muy cerca el amigable “Fio Fio Silbón” se dejó ver, con su inconfundible copete amarillento, se posó en una rama a unos pocos metros y cantó para nosotros una serenata de casi un minuto, dejándose ver en detalle y voló! Comentamos que este chiquitín viene desde Colombia, y es de las especies que llama la atención que, por su tamaño (13 cm aprox) vuela cerca de 5000 km en su migración hasta los bosques de la Patagonia durante el caluroso verano desde Centro América. Tiene su mérito!

La carcajada fue inevitable, para ese entonces éramos tres personajes felices disfrutando de nuestros encuentros, cuando con Betsy nos miramos con cara de felicidad absoluta y al unísono dijimos “Woodpecker”? Era lo que nos faltaba para que fuera genial.

Si i believe i heard a “toc toc” y al mirar el Coihue frente a nosotros pudimos ver un “Pájaro Carpintero Gigante” que por su cabeza negra y vistoso copete, supimos enseguida que se trataba de la hembra. Pero no era todo, que se escucha el toc toc como en eco y les digo, its two of them!... miramos bien y unos metros más arriba efectivamente, se encontraba el macho. Wow! Ese porte, con su hermosa cabeza roja y el copete que lo caracteriza, trabajando duro en su tronco... toc toc toc.. toc toc toc... no dejaban de caer al suelo pedacitos de corteza, estaban los 2 en el mejor momento de su desayuno, y nosotros en extasis.

Suena largo pero esto aquí no termina y quiero llegar al final de este relato sin dejar pasar detalles, asique les cuento que seguimos caminando contando cuantos ejemplares habíamos tenido la dicha de observar hasta ese momento. No eran las 11 am todavía y no habíamos llegado a la costa ni al mirador, ya eran 10 hallazgos al menos, un número más que considerable.

Aun así escuchábamos que las “Cachañas” pasaban volando de un lado al otro del bosque con su espectacular chirrido parecido al de una cotorra, y aunque nunca los vimos de cerca pudimos en algún punto ver su abdomen rojizo y alas verdes, es sin duda el más vistoso en colores de la zona, el “loro patagónico” como le explico a nuestros visitantes.

El “Chucao” se escuchó a lo largo de todo el recorrido “Curucú”, es ese amigo que siempre está aunque no se deje ver!

Llegamos al Mirador del Moreno luego de haber bajado hasta la bahía, nos sentamos un rato a mirar detenidamente las guías de identificación y marcar las especies que veníamos viendo, mientras vemos pasar una familia de Patos Barcinos nadando por las tranquilas aguas a unos cuantos metros, “Golondrinas” revoloteando sobre nuestras cabezas y de pronto llega en un vuelo confianzudo y se nos poza al lado, un hermoso “Chimango” que se paseó caminando de un lado al otro mientras conversabamos.

Una “Remolinera” se paseaba de la costa a las ramas hasta que nos dejó ver su antifaz blanco y asegurarnos que de ella se trataba. Tomamos agua y recuperamos el ritmo de regreso por el mismo sendero.

 

Ya era casi mediodía y pudimos notar la diferencia en la actividad, así que de regreso aprovechamos a detenernos más en especies de flora autóctona y exóticas que conviven, las diferencias y similitudes de las especies de un lado y otro del continente, sin dejar de apreciar al Arrayán y su impronta única, que es un cuento aparte y dejo para la próxima ocasión.

Piki de la Torre, de Eco Joy Patagonia

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